Pasado un rato Tano pasó por el mismo sitio y también lo oyó.
_Isa, ¡un pollito se ha caído del nido!
_¡Quééééééé!
_Sus padres le están sobrevolando.
Me acerqué corriendo y lo vimos en el suelo, era un polluelo muy pequeño aún sin emplumar que no paraba de piar. Pasado el primer minuto de sorpresa empezamos a pensar en cómo ayudar al pajarito. No le podíamos devolver a su nido porque está en la parte más alta del tejado, a una altura inalcanzable para nosotros. ¡Pero no podíamos dejarle ahí!
El pobre seguía piando, llamando a unos padres que ya sabían dónde se encontraba, volaban sobre él deteniéndose en las ramas altas del almendro que tenemos junto a la puerta de entrada.
Hemos cogido rápidamente una caja de zapatos, le hemos hecho un gran agujero en uno de los laterales, llenando el fondo de papeles, hojas variadas, ramitas... Para que no quede nuestro olor en el polluelo y los padres lo rechacen lo hemos cogido con guantes y suavemente lo hemos metido en el nido de cartón improvisado.
Lo hemos colocado muy cerca del lugar en el cayó, para que la madre lo vea y lo siga escuchando. Esperamos que el instinto maternal sea más fuerte que el hecho de que nos hayan visto tocar su cría, ojalá los adultos sigan alimentándolo y sobreviva.
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