Empieza el verano y con él mi añorado tiempo de lectura, el resto del año consigo leer pero es haciendo malabarismos y aprovechando minutos sueltos. Ahora tengo más tiempo libre y puedo pasarme las horas del día o de la noche pegada a un libro.
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El libro lo comencé con ilusión y ésta no ha disminuido sino todo lo contrario, la narración incluye hechos históricos contados con rigurosidad y descubre detalles de la personalidad de Leonardo y de su obra, especialmente de la que determina la trama, La Última cena. Para mí ya no es sólo una pintura sino el reflejo de la pasión del pintor por transmitir un mensaje, unas enseñanzas que gracias a "La cena secreta" están siendo conocidas.
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La pintura está sembrada de contradicciones doctrinales curiosas poco habituales en la época: la composición no muestra el cáliz, ni el cordero pascual en la mesa, ni los apóstoles están reflejados según los evangelios. Toda la obra parece alejarse del Nuevo Testamento y esto es un hecho invariable.
Javier Sierra ha arrojado luz sobre otro hecho desconocido, en la Lombardía italiana se refugiaron entre los siglos XIII y XV los últimos cátaros herejes, los cuales se autodenominaban “cristianos puros” por seguir la verdadera tradición apostólica de Jesús de Nazaret, venerando a Juan el bautista como fundador de una iglesia espiritual. Ellos rechazaban la cruz, admitían una eucaristía sin pan ni vino, vestían completamente de blanco y eran vegetarianos.
Todo esto coincide con las costumbres del maestro italiano que siempre vistió de blanco, no comía carne y se negaba a pintar escenas de crucifixión. Entre los detalles de La Última cena observamos un menú basado en naranjas, pescado, pan y sal, Jesús no sostiene ni hostia ni copa de vino pero sí mantiene un gesto muy similar al que los cátaros ejercitaban durante sus ceremonias.
¿Cuánto menos interesante, no? El libro es una joya de documentación y de intriga, espero haberos despertado la curiosidad y las ganas de leerlo. Os dejo la sinopsis:
"Región de la Lombardía. Enero de 1497. Fray Agustín Leyre, inquisidor dominico experto en la interpretación de mensajes cifrados, es enviado a toda prisa a Milán para supervisar los trazos finales que el maestro Leonardo da Vinci está dando a La Última Cena. La culpa la tiene una serie de cartas anónimas recibidas en la corte papal de Alejandro VI, en las que se denuncia que Da Vinci no sólo ha pintado a los Doce sin su preceptivo halo de santidad, sino que el propio artista se ha retratado en la sagrada escena, dando la espalda a Jesucristo. El remitente, al que en la Secretaría de Claves de los Estados Pontificios conocen como “el Agorero”, conoce a la perfección lo que está ocurriendo en el convento de Santa Maria delle Grazie y, desesperado por la pasividad de Roma, decide tomarse la justicia por su cuenta y acabar con los cómplices herejes que sostienen la labor de Leonardo."
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